El Internet de los Cuerpos (o Internet of Bodies IoB) es aquel conjunto de software y hardware que permite obtener información directamente de la actividad fisiológica humana, trasmitirla y tomar decisiones en consecuencia de esos datos (o en relación a otros). Del mismo modo que el Internet de las cosas recaba datos del entorno para poder ajustar el funcionamiento de una máquina a los mismos, el Internet de los Cuerpos nos permite que los datos humanos también estén presentes en esa ecuación.

Pero sus aplicaciones llegan mucho más allá de la toma de decisiones médicas. Cuando la actividad que se controla es la cerebral, la información que puede ser tratada abre puertas increíbles al desarrollo de nuevas formas de entender la tecnología. Llega la gestión de los datos neuronales y la revolución tecnológica está servida.

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Aspectos legales del Internet de los Cuerpos

La Inteligencia Artificial, el metaverso o el Internet de las cosas son conceptos con los que ya trabajamos en el día a día y que con más o menos precisión percibimos en nuestro día a día como realidades tangibles. Aunque aún queda mucho por desarrollar en estas tecnologías, lo cierto es que ya son compañeras de viaje en nuestro presente.

El internet de los cuerpos aplicado a los datos neuronales son embargo parece más lejano. Pero esta percepción se basa simplemente en que estas aplicaciones no están tan de moda en los medios de comunicación como otras tecnologías.

La evolución de la neurotecnología y el desarrollo de dispositivos de monitorización y medición de la actividad cerebral, hoy nos permiten vislumbrar software (y hardware) de comunicación directa entre el cerebro y un computador.

La conexión directa de la máquina al cerebro permite la gestión y tratamiento directo de los datos neuronales de nuestro cerebro, sin necesidad de pasar por un dispositivo en el que comuniquemos a la máquina nuestras órdenes. De esta forma, el cerebro podrá recibir la información de un entorno virtual directamente, sin necesidad de dispositivos de inmersión así como gestionar nuestra interacción con la máquina con sólo pensarlo sin necesidad de hardware de entrada de datos. No teclee; PIÉNSELO!!!

Las experiencias inmersivas que permitirá un cerebro conectado son casi infinitas, desde el ámbito del entretenimiento hasta el de la salud, pasando por supuesto por hogares conectados a nuestra voluntad, educación, seguridad y por supuesto realidades alternativas como el metaverso.

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Protección de datos y tratamiento de neurodatos

Aquí, como en tantos otros avances tecnológicos nos encontraremos con importantes necesidades de preservación y garantía de los Derechos Fundamentales de los ciudadanos puesto que no podemos olvidar que los datos de nuestro cerebro son, al fin y al cabo, datos que nos identifican como personas, que permiten conocer nuestro yo interno, nuestros sentimientos, emociones y miedos… son datos que nos definen tal y como somos.

Y si un dato nos permite ser identificados, ese dato tendrá carácter de dato personal.

Los datos cerebrales sin embargo ofrecen un abanico de identificación mucho más amplio que los conocidos hasta el momento. Permiten inferir emociones, opiniones, creencias, pensamientos o rasgos de la personalidad. Los neurodatos no sólo nos identifican sino que nos definen.

Es por ello que su utilización, recopilación y tratamiento deben ser especialmente protegidos y definidos desde el diseño de cada una de las aplicaciones que se basen en ellos.

La valoración de la idoneidad del dato tratado así como la necesidad de su tratamiento constituye sin duda un parámetro fundamental en la gestión de estas aplicaciones. Poder tratar no debe ser sinónimo de ser tratado. Únicamente desde un enfoque restrictivo podrán desarrollarse soluciones válidas desde el punto de vista del respeto a la intimidad personal de los usuarios. No se trata de si puede ser tratada determinada información, ni siquiera de si puede ser útil la recopilación de dicha información, sino que el paradigma para enjuiciar la idoneidad del tratamiento será si puede hacerse sin tratar esa información.

Aunque calificar los neurodatos como dato de salud puede resultar impreciso, lo cierto es que su tratamiento y la evaluación de riesgos que debe llevarse a cabo debe ser de igual profundidad y meticulosidad. Un dato cerebral puede no revelar ninguna circunstancia que se relacione con la salud, ni directa ni indirectamente, pero su trascendencia por sí misma puede llevarnos a valorarnos como datos especialmente sensibles.

Datos Cerebrales en el uso del Internet of the Bodies

Parece razonable que no usemos el mismo parámetro de evaluación frente a una identificación que se realice mediante un usuario y contraseña que aquella en la que se utiliza una identificación por datos biométricos ni tampoco la que se lleve a cabo mediante el uso de neurodatos. Cuando usamos dispositivos de Internet de los Cuerpos, la intrusión en la privacidad del individuo se multiplica en aquellos supuestos en los que utilizamos nuestros datos cerebrales para funciones informáticas. Incluso aunque esas funciones no sean de gran trascendencia como puede ser el entretenimiento o el ocio. La justificación de la adecuación necesidad e idoneidad del neurodato para la finalidad perseguida debe ser evidenciada en la evaluación que sobre dicho tratamiento habrá de realizarse.

Por todo esto el desarrollo de las tecnologías basadas en la obtención directa de datos cerebrales exigirá que se plasmen como necesarios para la finalidad perseguida por la aplicación. Sólo desde una perspectiva protectora del usuario podrá cumplirse con el adecuado respeto a la privacidad de los involucrados.

Quedan atrás todas esas conductas de avaricia de datos en búsqueda de conseguir cuantos más mejor para desarrollar lo que después decidamos que podemos. La planificación en la obtención y uso de los datos es fundamental desde el momento de diseño de cada uno de los procesos que llevan aparejados datos personales en general y neurodatos en particular.

Dicho todo esto, sin embargo, las opciones que la industria del neurodato abre ante nosotros es verdaderamente impresionante. Podemos pensar incluso en análisis de datos cerebrales que permitan conocer estados de salud o enfermedades, que son conocidas por el cerebro aunque aún no hayan ofrecido síntomas en nuestro cuerpo. Podemos gestionar cualquier hardware con una inmediatez total y absolutamente intuitiva. Podemos sumergirnos en entornos virtuales sin necesidad de ningún interfaz, recibiendo la información directamente en nuestro cerebro de forma análoga a como los nervios la trasmiten respecto de la realidad analógica.

Un cable puede convertirse en nuestro conducto de comunicación con el exterior y gestionar la información tal y como hasta hoy hemos pensado.

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